Como muchos sabréis, además de intérprete también soy traductora
y, en resumidas cuentas, usuaria habitual del ordenador. Una de las cosas más
útiles que aprendí en mis años mozos fue a escribir a máquina a toda velocidad con
las dos manos.
Durante mis años de traductora, muchos compañeros me hablaron de
las bondades de los programas de dictado, pero yo siempre les contestaba que
era capaz de teclear más rápido de lo que podía pensar, y que por tanto para mí
no constituían ninguna ventaja.
Además, había oído decir que la curva de
aprendizaje de estos programas tiene poca pendiente (es decir, que el proceso
es muy lento) y que para sacar un buen provecho de ellos es necesario dedicar
muchas horas a su entrenamiento. Por estas y por otras razones nunca me planteé
su utilización.
Sin embargo, hace cuatro semanas,
una placa de hielo en la montaña y unos bastones colocados indebidamente
me obligaron a cambiar rápidamente de opinión: de repente me vi con un brazo
roto y escayolado de tal manera que era imposible utilizar los dedos para
teclear en el ordenador.
Difícil teclear de esta guisa |
De todos modos, cualquier leve roce en los dedos ya
resultaba doloroso, por lo que pronto me di cuenta que los dedos de la mano
derecha iban a pasar una larga temporada en el dique seco.
He de decir que lo primero que pensé
cuando me caí fue: «¿cómo voy a trabajar ahora estando lisiada?». Es uno de los
aspectos negativos que tiene el ser autónomo con unos gastos fijos
nada despreciables: salvo causa de fuerza mayor, el interrumpir la actividad
no es una opción viable.
Así que rápidamente empecé a valorar la
posibilidad de utilizar un programa de dictado, puesto que tenía 3.000 palabras
que entregar al cabo de menos de 48 horas y, al contrario de lo que creí
inicialmente, teclear con una mano no es, ni mucho menos, la mitad de rápido
que teclear con dos, sino mucho más lento.
Lo primero que hice fue probar el programa
de dictado que incluye Windows 7.
Interfaz del programa de reconocimiento de voz de Windows |
Es un programa muy básico, pero funciona con
cualquier programa donde haya un espacio para escribir y el resultado, sin
necesidad de entrenamiento alguno, es más que aceptable, al menos como plan B, pues
no tenía del todo claro con qué programas de traducción asistida son
compatibles los programas de dictado que hay en el mercado.
A continuación decidí probar un programa
de dictado comercial, el que utilizan muchos traductores: Dragon Naturally Speaking v10.
Cuál no sería mi sorpresa cuando, tras un curso acelerado de una hora impartido
por un alma caritativa al que no le importó trabajar en domingo y una hora adicional
dedicada a entrenar al famoso «dragón», empecé a dictar a una velocidad
superior a la que alcanzo tecleando con las dos manos, y eso que era un texto
científico plagado de números, etiquetas internas y términos a priori extraños.
El programa cuenta con una función de corrección, que le permite aprender de
sus propios errores, conocer el vocabulario que el usuario utiliza con más
frecuencia e incorporar a su diccionario nuevas palabras, tras entrenarlas previamente.
Interfaz de Dragon Naturally Speaking v10 |
Todo un descubrimiento. En solo seis horas, con el dragón y unos auriculares
USB con micrófono incorporado, conseguí acabar las 3.000 palabras que tenía que
entregar al día siguiente. No me lo creía ni yo.
Y ahora diréis: «¿y esto qué tiene que ver
con los intérpretes? ». Pues tiene que ver, y mucho. Para que el programa te
entienda correctamente no es necesario hablar especialmente despacio, sino que
es imprescindible vocalizar y modular bien la voz. De hecho, cuanto más
completas sean las frases que elabora el usuario, mejor las reconocerá el
programa y menos errores cometerá. Tras varias semanas utilizando el programa a
diario varias horas al día, me he dado cuenta de que la modulación de la voz y
la vocalización han mejorado y y también de que dictarle al ordenador
constituye por sí mismo una estupenda práctica de interpretación, pues equivale
a interpretar un discurso leído (excluyendo, claro, la dificultad añadida
asociada a la velocidad del ponente) o a hacer una traducción
a la vista. En definitiva, horas de práctica diaria de interpretación mientras
traduces, escribes correos electrónicos o publicas contenidos en redes sociales…
sirve para todo.
Huelga decir que no recomiendo a ningún
intérprete fracturarse el brazo para descubrir las consecuencias positivas que
puede tener, pero sí que animaría a los intérpretes a utilizar los programas de
dictado como una herramienta de apoyo y como un entrenamiento per se.
Y para muestra, un botón: esta entrada del
blog la he dictado en su totalidad (con la ayuda de mi mano buena) y pensarla y
escribirla apenas me ha llevado 20 minutos. Yo diría que merece la pena
darle una oportunidad al dragón. ¿Lo habéis probado? ¿Conocéis algún otro
programa de dictado que dé buenos resultados? Hasta el próximo dictado…
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