sábado, 30 de noviembre de 2013

Tres, dos, uno... ¡grabando!

Cada interpretación es un reto nuevo y diferente, y esto es una de las cosas que más me gustan de este trabajo. Esto, poder abrir ventanas hacia mundos que ni siquiera sabía que existían y conocer personas que te dejan poso, te hacen ver la vida desde otra perspectiva distinta y me recuerdan que tengo muy poco de lo que quejarme. La interpretación de ayer lo tuvo todo; fue realmente una de las experiencias más gratificantes que he tenido como intérprete

Me avisaron, como es habitual, con menos de 24 horas de antelación: tienes que interpretar en la grabación de unas entrevistas a pacientes con espondilitis anquilosante, una enfermedad reumática autoinmunitaria crónica y sin cura que causa intensísimos dolores de espalda (de la zona lumbar, normalmente) y de otras articulaciones que merma sustancialmente la calidad de vida del que la padece. En muchas ocasiones aparece durante la infancia o la adolescencia, con las consiguientes repercusiones emocionales en una edad en la que lo último que quieres es sentirte diferente y no poder realizar las mismas actividades que tus amigos. 

Más información en http://www.espondilitis.es/ (el de la foto es el guitarrista de El Sueño de Morfeo, que padece esta enfermedad).

  
Para esta interpretación el cliente me facilitó una presentación sobre la campaña de concienciación que están llevando a cabo (y en la que se incluirán los testimonios que íbamos a grabar) y el guión de la entrevista en inglés. Yo lo traduje para llevar parte del trabajo hecho, me estudié a fondo la etiología y los síntomas de esta enfermedad y eché un vistazo a las páginas de las asociaciones de pacientes, que siempre tienen información práctica y van al grano, cosa útil teniendo en cuenta el poco tiempo de preparación del que disponía. Me quedó claro que esta enfermedad es mucho más que un dolorcillo de espalda crónico.


Vistas desde el estudio de grabación
Llegó el día de la grabación: el equipo técnico era británico y los pacientes entrevistados y los responsables de la campaña en España no dominaban el inglés, de ahí que fuera necesaria la presencia de un intérprete. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando me dicen que mi papel va a ser el de entrevistadora: no solo formulo las preguntas a la paciente (sin entrar en plano) siguiendo el guión predefinido, sino que tengo añadir preguntas en caso de que considere que la respuesta es incompleta y, sobre todo, me doy cuenta de que tengo que conseguir que la paciente se sienta relajada, comprendida y a gusto para que el vídeo pueda transmitir optimismo y esperanza a los pacientes que lo escuchen. Después de repetir cada toma unas cuantas veces, me doy cuenta de lo difícil que es no aparecer envarado y artificial en cámara cuando has de contar la misma historia (que resulta ser TU historia) cuatro o cinco vez porque han llamado al timbre, al teléfono, ha pasado una ambulancia o la narración no ha fluido todo lo que debiera. Un diez para todos los que participaron.  
En un momento de la entrevista
Fue emocionante escuchar de primera mano los testimonios de gente que lleva conviviendo con el dolor desde su infancia o desde la adolescencia: años de infiltraciones, de brotes, de faltar al trabajo o al colegio, de incomprensión por parte de su entorno, narrado con la templanza y la madurez que dan un historial tan largo de médicos.
Pero de todos los testimonios, me quedo con el de Pablo. Doy su nombre porque él ha hecho público su testimonio para conseguir que gente que tiene los mismos síntomas que él pueda poner nombre a su enfermedad y detener su evolución, en la medida de lo posible (Se cree que en torno al 70% de las personas que tienen espondiloartritis están sin diagnosticar). Y porque él mismo pide explícitamente dar difusión a su historia.
Su relato emocionado y entusiasta, por haber dado con un tratamiento que le mitiga en buena medida el dolor tras 18 años de no dormir en condiciones, de sufrimiento y de diagnósticos inciertos, nos puso la carne de gallina  a todos, hasta a los británicos que no entendían lo que estaba diciendo. Este es un vídeo que grabó para otra campaña, pero merece la pena escucharle y ayudarle a difundir su mensaje.


Qué gratificante es mi trabajo (no siempre, claro).




domingo, 30 de junio de 2013

Parejas bien avenidas en cabina. ¿Hay una receta infalible?

Buenas, gentes que leen mi blog. Gracias por leerlo, antes de nada. El síndrome del folio vacío me da mucho vértigo pero me obligo a escribir cada vez que tengo un ratito o alguna idea rondando para tener guardadas mis vivencias a modo de "copia de seguridad" de mi memoria y por si pueden resultar de utilidad a algún otro intérprete.

La verdad es que una de las cosas que más me gusta de interpretar es la parte social: conocer gente interesante y variopinta, salir de mi madriguera y, sobre todo, conocer a otros intérpretes y otras formas de trabajar: anima el espíritu y abre mucho la mente.

Mayo y junio han sido unos meses llenos de interpretaciones y de nuevos compañeros de cabina, y este fin de semana, en plena #terp-resaca, andaba yo pensando que he tenido una suerte bárbara porque, en general, a lo largo de estos meses y de mi breve carrera no me he encontrado en cabina más que gente maja, generosa y con ganas de trabajar en equipo.
Aida González, compi de cabina.
La foto del concabinato es mala,
de ahí que repita foto



Yo, por mi parte, siempre intento hacer las cosas bien desde el principio, desde que me comunican quién va a ser mi compañero, e intento ser especialmente cuidadosa cuando es la primera vez que interpreto con alguien y no sé de qué manera concreta aborda un proyecto. Una pareja bien avenida en cabina creo que repercute en el resultado final del trabajo, además de hacerlo mucho más agradable y llevadero. Todo aprendido de mi profe de interpretación, además de algunos aderezos de mi propia cosecha :-).

A continuación voy a detallar cuál es actualmente mi forma de proceder a la hora de preparar y de llevar a cabo un proyecto de interpretación en equipo, y me interesa especialmente saber en qué puntos coincidís conmigo y de cuáles discrepáis...creo que puede ser algo enriquecedor "para ambas partes". :-)

Marco, mi primer compañero de cabina en la vida real
  • En cuanto confirmo mi participación en un proyecto de interpretación simultánea, pido el nombre y los datos de contacto de mi futuro compañero de cabina. 
  • Tanto si he trabajado con él previamente como si no, me pongo en contacto con él por correo electrónico como forma de "romper el hielo" e iniciar los preparativos.
  • Suelo proponer trabajar en equipo, repartiéndonos las ponencias o los temas, cosa que me parece especialmente útil en congresos largos o cuando se nos facilita ingentes cantidades de información. Evidentemente el que se prepara un tema lo absorbe mejor que el que parte de un material preparado por otro, pero en una jornada con 25 ponencias (como fue el caso del Gamification World Congress) me parece fundamental no duplicar esfuerzos.
  • Últimamente me he acostumbrado a abrir una carpeta en mi ordenador que comparto con el otro intérprete utilizando Dropbox. Ahí podemos meter ponencias comentadas o subrayadas, documentación adicional, referencias que hayamos encontrado, biografías de los ponentes, y el/los glosarios que vayamos elaborando. Creo que ha resultado bastante útil.
  • Por supuesto, entiendo que esta manera de prepararse una interpretación puede no ser del agrado de todo el mundo: puede que haya gente que prefiera abordar la preparación del tema en solitario y que la puesta en común se produzca en cabina. A mí me parece más fructífero repartirse labores y compartir conocimientos desde el minuto cero, pero hay que respetar otras posturas.
  • Me gusta llegar al lugar de la interpretación entre media hora y una hora antes de que empiece el evento, independiente de que sea yo o sea mi compañero el punto de contacto con la organización. Me ayuda a hacerme con el lugar, permite conocer a los técnicos, hacer pruebas de sonido, conseguir las charlas de los ponentes rezagados, hablar con los organizadores y relajarse en la medida de lo posible antes de empezar. Y si me puedo tomar un café con mi compañero de cabina, mejor que mejor.
  • Me parece fundamental aclarar con el compañero antes de empezar TODO aquello que puede dar lugar a malentendidos o a situaciones incómodas
Tratemos de no acabar así en cabina ...

  1. Cada cuántos minutos/cada cuántas ponencias vamos a cambiar.
  2. Si los turnos son o no flexibles; hay a gente  a la que le gusta encender el cronómetro y ceñirse a eso.
  3. Si durante tu turno te gusta o no que te hablen en bajo o que te escriban en una hoja datos importantes, cifras, etc. o si prefieres aislarte y no ser molestado para poder concentrarte mejor. 
  4. Cómo se realiza el cambio de turno.

  • Yo cuando no estoy interpretando, en general, prefiero estar atenta a la ponencia, buscar términos complicados o escribir cosas en un folio a mi compañero (eso me ayuda también a no perder el hilo, cosa harto complicada según en qué ponencias) pero hay gente que se pone nerviosa con tanto movimiento y prefiere que le dejen tranquilo. Totalmente respetable.
  • Normalmente intento no ausentarme demasiado de cabina salvo para ir al servicio e intento estar "a lo que estoy", evitando contestar emails o similar. Salvo en un caso excepcional: cuando tenemos la seguridad de que nadie nos escucha y el compañero o yo interpretamos de todos modos (cosa que, por seguridad y por propio beneficio, yo hago siempre): ahí me permito alguna que otra licencia, lo reconozco.
  • Cuando la colaboración ha sido fructífera y agradable, trato de dar las gracias en el momento y haciendo uso de las redes sociales.
    Cuando alguien es un buen compañero de cabina, me parece importante darle el reconocimiento público que se merece (es de bien nacidos ser agradecidos, que decía mi progenitora).
Y esto es todo por hoy: esta es mi forma de abordar una interpretación, siempre con la intención de que el resultado sea el mejor posible y de hacerle la vida agradable a mi compañero de cabina.
¿Alguna pauta o algún consejo más que se me haya quedado en el tintero? 

domingo, 23 de junio de 2013

Trabajar en equipo...sí, al intérprete también le gusta

Desde que uno empieza en la profesión de intérprete si hay una cosa que tiene claro es que tendrá que aprender a sacarse las castañas del fuego.

No nos podemos quedar quietos.
Toca sacar las castañas del fuego, sea como sea.

En muchas ocasiones te llaman para interpretar la víspera, te proporcionan el tema sobre el que vas a interpretar y poco más, las ponencias (si las hay) llegan a tus manos un par de horas antes de interpretar (si es que llegan) y, en muchas ocasiones, uno se encuentra con que el ponente decide cambiar de tercio casi sobre la marcha e incluso improvisar ("porque tengo mucho gracejo y se nos da fenomenal hilar un discurso improvisado en público").

En muchas ocasiones fallan los canales de comunicación con el resto de implicados en el evento por diversos motivos: algo de desidia, demasiados intermediarios, falta de organización, etc.

Y todo eso acaba repercutiendo en la calidad final de la interpretación, por mucho que una se parta los cuernos buscando información y noticias, tirando de los pocos hilos que tenemos, elaborando glosarios medio a ciegas y estudiando sin un rumbo marcado y poniendo en común con tu compañer@ de cabina la poca información lograda.

Y lo peor es que uno tiene la sensación de estar navegando contra corriente, cuando todas las partes implicadas deberían estar más que interesadas por que el mensaje le llegara claro y sin ambigüedades al público asistente o a los interlocutores.
A veces un intérprete se siente como el patrón de este velero...

Por eso...

Cuando recibes un encargo para una interpretación tan apetecible como el #GWC13, con más de un mes de antelación, el trato es exquisito, el regateo inexistente, se te escucha a la hora de proponer alternativas (consecutiva/simultánea), el cliente se esfuerza al máximo por hacerte llegar todas las ponencias con suficiente antelación, te convoca a una reunión previa para analizar si la ubicación de las cabinas es óptima, te hace sentir parte del equipo y te da visibilidad antes incluso de la interpretación, te pregunta durante el evento en varias ocasiones si hay algún problema y cuando termina te transmite su satisfacción y las felicitaciones de otros asistentes por un trabajo bien hecho...¡Esa sensación de plenitud por un trabajo en equipo bien hecho no tiene precio!

(Y si encima tu compañera de cabina es la mejor concabina que se puede tener, ¡para qué quiero más, ¿verdad, @aidagda :-) ?!)

Y si además tienes la suerte de  interpretar al Hombre de Negro como embajador del maravilloso proyecto que es JUEGATERAPIA...¡un sueño!

Concabinas @aidagda y @EstherMorenoB agotadas
tras 12 horas de interpretación
Así que no me queda más que agradecer a @javimonsalupe y a @gamkt por ser los protagonistas verdaderos de mi historia de hoy. ¡Ha sido un verdadero placer trabajar con vosotros! ¡Unos profesionales como la copa de un pino!

¡Muchísimas gracias!


Espero que nos veamos en el #GWC14.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Simultaneando en soledad

Como siempre, voy a partir de una anécdota que me sucedió hace un par de semanas para lanzar una pregunta a los lectores. Cada vez es más frecuente que los clientes (sean estos agencias de interpretación, empresas de sonido, organizadores de eventos o clientes finales) pidan un esfuerzo para lograr un presupuesto lo más ajustado posible.


Entre las peticiones que más a menudo vengo escuchando está la de sustituir, en una interpretación simultánea, al compañero de cabina por una silla vacía, que cobra menos y se queja menos. Cuando se trata de presupuestar una jornada completa o incluso una media jornada, mi decisión es tajante: no se puede interpretar sin compañero sin correr el riesgo de perecer en el intento. 

En general, en interpretación simultánea se van turnando los intérpretes cada 20 - 40 minutos, dependiendo de la duración de la ponencia, de la complejidad del tema, de la velocidad del ponente y de lo cansado que se sienta uno: siempre es mejor cederle el testigo a tu compañero que aferrarte al micrófono aunque seas consciente de que, por la razón que sea, en ese momento no estás dando lo mejor de ti misma.

Sin embargo, el dilema se me plantea cuando me sugieren interpretar dos horas seguidas, en una situación a priori propicia para lograr una interpretación de buena calidad. En el caso concreto que quiero narrar, se trataba del último día de unas jornadas europeas sobre teatro, en las que se mezclaban charlas teóricas con talleres prácticos donde se animaba al público a participar en inglés. Los dos primeros días mi compañera y yo nos familiarizamos con los términos de teoría del teatro que deseaban analizar, con los ponentes (se iban repitiendo), con el equipo y los técnicos de sonido y con el hecho de encontrarnos en una sala separada del anfiteatro donde se desarrollaba el encuentro, lo que nos obligaba a seguir todo a través de un monitor de TV.


¿Podía encargarme yo sola de la interpretación el último día, que constaba únicamente de dos horas? Pues dije que sí. Y salir, salió bien, pero creo que el riesgo que se corre es demasiado grande como para obviarlo en la próxima propuesta de este calado que reciba: 
  • Tres minutos antes de empezar el técnico de sonido me tiró el café en la mesa (y en el pantalón). Mi ordenador (donde estaba todo mi material de referencia) recibió salpicaduras de capuchino, pero si llega a darle con un poco más de garbo me quedo con una mano delante, y otra detrás (sí, hay que llevar los glosarios impresos).
  • Olvidé la máxima de los intérpretes solitarios: visite a Roca antes de comenzar. En este caso, se encadenaros 2 ponencias de una hora sin pausa, los servicios estaban 2 plantas más abajo y los últimos 75 minutos estuve...digamos...arrepintiéndome de no haber prestado más atención a dicha máxima. 
  • Como digo, justo el día que estaba sola los ponentes se centraron en teoría, en los libros de Aristóteles sobre el teatro y en los aspectos más filosóficos del mismo y no hubo ni una mísera pausa en las dos horas que estuve interpretando, ni apenas intervención del público. No solo sufre la voz; también las neuronas. La última media hora no tengo reparo en admitir que la calidad de la interpretación se vio ligeramente afectada, cosa que no me hizo ni pizca de gracia, obviamente;  parece que los humanos tenemos un límite, sí.
¿Y vosotros, qué hacéis en una situación así? ¿Habéis tenido alguna experiencia desagradable al respecto? Me gustaría conocer la opinión de otros intérpretes, porque es una encrucijada ante la que nos vamos a encontrar cada vez con más frecuencia, me temo. 





viernes, 24 de mayo de 2013

Se levanta el telón...y aparecen dos intérpretes

En contra de lo que pudiera parecer, la entrada de hoy no tiene nada que ver con los encuentros teatrales que estuve interpretando la semana pasada, no.

La interpretación de hoy era mucho más compleja, pues era una interpretación médica en unas jornadas que reunían a los especialistas españoles de una enfermedad de la sangre de las llamadas «raras» por haber un número muy reducido de casos. La terminología y el campo son complicados y había que lucirse porque estábamos frente a los expertos en la materia, el glosario que habíamos ido elaborando mi compañera de cabina y yo era kilométrico, pero la mayor dificultad a la que me he tenido que enfrentar no ha tenido nada que ver con las ponencias en sí, sino con las condiciones en las que se ha desarrollado la interpretación.
Cuidado, que lo mismo que me ha pasado a mí te puede pasar a ti, así que mejor poner remedio antes de que te veas en una tesitura así.



La sala donde interpretábamos era recogida y coqueta. Nos avisaron de que debido a sus especiales características el sonido reverberaba bastante. No hay problema: encerradas en nuestra cabina estaremos suficientemente aisladas, pensamos. Luego nos dijeron que la cabina estaría situada en lo alto de la sala, donde solo hay un estrecho pasillo similar al que rodea a media altura la nave de una catedral. En un pasillo así la cabina cabe malamente, pero somos chicas prácticas y nos adaptamos a las circunstancias. Con lo que no contábamos es con que la estrechez fuera tal que impidiera instalar puertas en la cabina. El primer paso fue convencer a los organizadores de que en tales circunstancias, era poco recomendable que hubiera asistentes sentados cerca de nosotras.  Una vez visto que todos los asistentes tomaban asiento en el piso inferior, respiramos aliviadas, pero por poco tiempo. 
Yo siempre interpreto utilizando ambos auriculares, y tengo una tendencia natural a elevar el volumen de la voz, siendo el aumento directamente proporcional a la velocidad del ponente y a la complejidad de la temática. Vamos, que empecé a interpretar al ponente griego y estaba hablando alto, bastante alto.  Mi compañera me hacía señales para que bajara la voz, yo lo intentaba unos seguros pero enseguida volvía a concentrarme en los ensayos clínicos descritos, las tasas de respuesta, los acontecimientos adversos... Hasta que de repente veo que viene una persona y cubre la parte trasera de la cabina con una especie de telón de teatro, y que trata de fijar el telón a ambos lados de la cabina, convirtiéndola en un horno y de paso impidiendo nuestra salida sin molestar al compañero. Ahí empiezo a sospechar que algo va mal, sospecha que se ve confirmada unos minutos después cuando mi compañera, presionada por los organizadores, apaga tímidamente mi micrófono y prosigue ella con la interpretación. Sí, mi interpretación estaba molestando a algunos asistentes, quienes se habían quejado airadamente. Una vez que mi compañera me hubo explicado lo sucedido, y tras unos momentos de desazón y de preocupación, no me quedó otra que proseguir la interpretación utilizando únicamente uno de los auriculares, de modo que pudiese escuchar mi propia voz y lograr controlar mejor su volumen. Esta forma de interpretar la había probado alguna vez en el pasado, pero había llegado a la conclusión que era imposible concentrarme en el discurso del ponente si oía mi propio discurso a un volumen similar. Pues bien, éste es otro de esos ejemplos de que uno no conoce sus límites hasta que no le ponen a prueba. Ahora ya sé que puedo hacerlo. También sé que me cuesta más concentrarme, que prefiero aislarme de mi propia voz utilizando ambos auriculares, pero la próxima vez que sea fundamental modular la voz y adaptarla a un recinto con condiciones poco propicias para la interpretación, podré hacerlo. 

Desde luego, preferiría haber conocido las condiciones de antemano y haber practicado la interpretación «monoaural» de antemano, así que la moraleja de hoy es esa: prueba en casa a interpretar con un solo auricular bajando la voz al máximo, no sea que en un futuro os encontréis en una situación parecida. ¿O soy la única que interpreto en modo «biaural» es la mejor opción?

PS - Gracias mil a mi compañera de cabina por ser tan remajísima y por haber capeado el temporal de la mejor manera posible. #terpLove.

martes, 12 de febrero de 2013

Interpretar es también actuar

Cuando en clase de interpretación preguntábamos a la profesora qué hacer si el ponente canta, ríe, habla o cuenta un chiste malo imposible de traducir, ella siempre nos decía que somos profesionales de la interpretación, no artistas, y que hay ciertos límites que no tenemos por qué superar, puesto que además poco pueden ayudar a transmitir el mensaje original. No hay por qué cantar, ni por qué tratar de traducir un chiste cargado de sutilezas culturales. 

Pero como sucede con esta profesión, la interpretación a veces te abre puertas de mundos que ni siquiera sospechabas que existían y te pone en situaciones que jamás habrías esperado encontrarte. Esto me sucedió el domingo pasado (sí, domingo). Me habían llamado para acudir a la reunión nacional de una empresa de marketing multinivel; es decir, de estructura piramidal que basa sus ventas en las existencia de una cantidad ingente de distribuidores que venden sus productos entre sus familiares y conocidos cercanos. Mientras que en América se trata de una práctica muy extendida y con una larga tradición (el famoso "Avon llama a su puerta"), aquí está mucho menos arraigada. Mi labor era necesaria porque iban a contar con la presencia del Director de Ventas de la empresa, un estadounidense de esos que saben muy pero que muy bien cómo hablar en público y mantener el interés de los oyentes durante largo rato. 
Yo esperaba una reunión en petit comité, con un par de docenas de personas como mucho, pero cuál fue mi sorpresa cuando al abrir la puerta de la sala donde se celebraba dicha reunión me encontré con más de 2000 personas ávidas por escuchar lo que este señor venía a contarles. Huelga decir que casi me da un vahído allí mismo. Nunca antes había hablado delante de tanta gente.  
Este hombre subió al escenario y empezó a hablar cuando el ambiente ya estaba muy caldeado; la gente le jaleaba, le aplaudía, y él con su discurso emotivo y sin paradas, como una metralleta, ayudaba a caldear aún más el ambiente.  Hay que decir que como orador de masas era un 10. 

A mí me colocaron con un micrófono de pie junto al escenario, a unos 15 metros del orador. No disponía de auriculares; el sonido que yo oía era el mismo que escuchaba el resto de la sala: el que salía de los altavoces y, tras rebotar en las paredes de la sala y mezclarse con gritos y aplausos, llegaba a mis oídos. Tomar notas no era necesario; tenía que interpretar cada dos o tres frases; su voz pisaba el final de mi traducción para no dejar decaer el ambiente, así que yo tenía que ser tan metralleta como él y concisa (cosa harto difícil para mí). Y así 2 horas largas, con una pequeña parada. Labor agotadora. Aceleraba el ritmo del discurso aún más, se metía entre el público, y cuando alguna cosa no entendía yo y dudaba unos segundos sobre qué decir, el orador se giraba ansioso y repetía la frase. 
Es difícil interpretar así, sin red, cuando ni te puedes escudar en tu cabina, donde el oyente no sabe qué ha dicho el ponente en el idioma original, ni tampoco estás cerca del ponente (como suele suceder en la versión habitual de la consecutiva) para pedirle que repita esa última palabra que no has entendido. Yo había escuchado 10 o 12 vídeos del ponente a modo de preparación, pero la presencia del ruido ambiente y la distorsión del sonido que provoca el micrófono dificultaron sobremanera el trabajo. 

Aparte de las dificultades para entender el discurso del ponente, tenía que preocuparme por dotar a mi discurso de toda la carga dramática que llevaba el mensaje original. En clase nos decían que el oyente, en consecutiva, ya ha visto los gestos del orador y ha oído la entonación con la que ha emitido su discurso. Sin embargo, en esta ocasión, donde mis frases y las suyas se solapaban y el fin de su presencia era caldear el ambiente e infundir motivación y entusiasmo a los participantes, no me quedó otra (creo) que hablar con la misma pasión que lo hacía él; meterme en su personaje para, entre los dos, entretejer un mensaje bilingüe sin saltos y coherente, a pesar de que yo no comulgara con la mayoría de las cosas que se estaban diciendo. De todas maneras, meterme en el papel en esa ocasión fue lo más sencillo de toda la jornada, pues todo lo que me rodeaba me empujaba a hacerlo.
Toda una experiencia, la verdad, que me dejó exhausta pero encantada con esta profesión tan llena de sorpresas y por la sensación de "¡uff, prueba superada!".








miércoles, 6 de febrero de 2013

Enlazando y callando

Sí, hace mucho que no pasaba por este blog. Estar presente en el mundo virtual de las redes sociales exige mucho tiempo; es como el juego de mantener platos girando sobre el extremo de poste fino. Cada vez queremos añadir más redes (más platos), más formas de estar en contacto con la comunidad de intérpretes, traductores y clientes potenciales y, por ello, el esfuerzo que se requiere para que ningún plato se estampe contra el suelo es cada vez mayor. Pronto añadiré un nuevo plato al juego: una página profesional de Facebook; que Dios nos pille confesados.

También reconozco que cuanto más interpreto, más cuesta dar con nuevos temas para una entrada que consiga realmente mostrar a la gente que no conozca este mundo cómo es la trastienda de la interpretación.

Veamos si en esta entrada consigo plasmar un aspecto distinto de los anteriormente tratados. En la interpretación de ayer hasta el inicio fue distinto; en vez de requerir mis servicios una agencia de interpretación, fue una amiga traductora la que decidió confiar en mí y en mi supuesto buen hacer y ofrecerme una interpretación relacionada con su empresa que ella no podía abordar. Que alguien confíe en ti sin haberte visto nunca trabajar me llena de satisfacción y de agradecimiento, pero también me hace ser más consciente si cabe de que me juego el prestigio de dos profesionales, con lo que la obligación de estar a la altura era aún mayor. El tiempo disponible para dedicar a la investigación previa a la interpretación fue escaso, la documentación aportada llegó 3 horas antes de empezar...pero esos retos los acepto de buen grado como algo casi inherente a la profesión, por mucho que también salte de alegría cuando se da el caso de que una semana antes ya dispongo de todas las presentaciones que voy a tener que interpretar.

En este caso se trataba de una interpretación de enlace pura y dura: personal de una empresa británica dedicada al transporte pero relativamente nueva en el ámbito ferroviario venía a Madrid a conocer hasta el más mínimo detalle del funcionamiento de una empresa española que tiene la concesión de una importante línea ferroviaria urbana. El motivo: los británicos quieren licitar por una concesión similar en Londres, y necesitan conocer a la perfección las características concretas de este tipo de negocio. Tres británicos y tres españoles, de los cuales solo uno hablaba inglés. Mi labor: hacer de puente y transmitir preguntas, comentarios, sensaciones,...lograr que la comunicación fluya. En este caso la información previa era escasa; de hecho, me enteré del motivo de la visita in situ, con lo que hubo que improvisar bastante y combinar las labores de interpretación con las de comprensión y masticado de la información a gran velocidad.
Cuando un británico acude a una reunión normalmente no deja ni cinco minutos de cortesía ni diez minutos para hablar de fútbol y relajar el ambiente; en este caso se cumplió el tópico a la perfección. Durante 6 horas los británicos estuvieron fusilando (metafóricamente hablando) a los anfitriones a preguntas de todo tipo, que cubrían desde aspectos técnicos de la infraestructura, la gestión del personal, la composición de la empresa, la relación con las autoridades locales, el proceso de licitación que hubo, las encuestas de satisfacción de los clientes, las labores de mantenimiento que realizan en el taller, el sistema informático para gestionar los activos fijos y móviles...no dejaron palo sin tocar, con un grado de análisis a tiempo real que me dejó realmente sorprendida, logrando superar sin problemas las diferencias culturales que hay entre ambos países.


De las 6 horas, se dedicaron casi 2 a la comida en un restaurante de menú del día, abarrotado a esas horas por estar ubicado en una zona llena de oficinas. Tratar de entender a los contertulios con el ruido de fondo y, a la vez, llevarse algún pedazo de comida a la boca resultó imposible, así que hubo que dejar el caldito en un segundo plano y ver como la camarera se lo llevaba a la mitad por falta de tiempo para tomarlo, a pesar que un caldo no es precisamente una comida copiosa ni que requiera mucha masticación. Pero bueno, ya sabe uno a lo que va en estos casos. La comida no es una pausa sino, probablemente, el momento del día en el que más intercambio de información se produce. Y de todos modos, tampoco habría podido disfrutar de la fabada que eligieron mis compañeros de mesa por ser incompatible con el nivel de concentración que se requiere para estos menesteres.

Pero que todo lo anterior no se interprete como una queja; en absoluto. Esta modalidad de interpretación es la que más apasionante me resulta, pues dispones de las armas necesarias para asegurarte de que el mensaje se transmite con claridad. Mi labor es de traducción, síntesis e interpretación, haciendo preguntas adicionales a una de las partes para garantizar que he comprendido el mensaje que se desea transmitir hasta en los más mínimos detalles y conseguir transmitirlo de manera concisa y haciendo hincapié en los aspectos más fundamentales.

Hasta ahí todo perfecto; te sientes parte de un equipo, te empapas de información, de contexto, quieres que los visitantes puedan recabar toda la información que han venido a buscar, entiendes sus necesidades, y entiendes también la posición de los anfitriones, detectando aquellos temas en los que, por la razón que sea, no les interesa profundizar.  En ese marco de "total inmersión" en el que me encontraba, se empezó a hablar de los precios del transporte en Madrid. En la mesa había representantes de una conocida empresa  de transporte, y yo me moría de ganas de dar mi opinión y explicar a los visitantes las razones por las que muchos madrileños están descontentos con el precio de los billetes o abonos. Creo que habría ayudado mucho a la comprensión del tema el dar algunos datos estadísticos, pero cuando se me estaban escapando de la lengua logré recular y recordar que yo estaba allí para enlazar,... no para opinar. Así que a callar toca. Frustrante a veces, cuando uno está tan a gusto nadando entre los extremos de una conversación apasionante...¡pero esta es la profesión que he elegido! No hay lugar para quejas; profesionalidad ante todo.