domingo, 21 de octubre de 2012

Multilingüismo

Ayer me tocó una de esas interpretaciones que me encantan: modalidad consecutiva, pero rayando casi en la de interpretación de enlace e intermediación cultural. Se trataba de un curso dirigido a odontólogos sobre el uso de materiales de relleno para intervenciones faciales de tipo estético. Vamos, para lograr un contorno de labios más definido, unos labios más voluminosos o para quitar esas arrugitas y esos surcos que a todos nos van saliendo la edad. Un mundo que yo desconocía completamente y que me obligó a ponerme al día como una loca. Me encanta tener la posibilidad en cada interpretación de abrir una ventana que ni siquiera sabía que existía y asomarme a un mundo nuevo. El curso tenía un carácter eminentemente práctico y para él se contaba con la presencia de un prestigioso cirujano plástico venido de tierras alemanas, y perteneciente a una de esas generaciones que estudiaron francés en el colegio y en la universidad, probablemente. Mi labor era interpretar la ponencia teórica inicial y, a continuación, sumergirme en una de las salas de tratamiento con las que contaba el centro, donde el cirujano procedería a aplicar las distintas técnicas aplicadas en una quincena de pacientes aportados por los asistentes al evento. Total, más de seis horas de pie yo sola, con un descanso de 10 minutos nada más. El consejo de Aida González (intérprete y profesora mía de interpretación) de llevar zapatos cómodos y chaquetas con bolsillos para meter el micro adquirió aquí su verdadera dimensión.

Cuando el doctor intervenía a un paciente, el profesional que lo había traído necesitaba de una comunicación fluida con el doctor durante el tiempo que duraba la intervención, para poder solventar cualquier duda que tuviera, y porque él también participaba en la intervención con las manos (la aguja) en la masa. La mayoría de los asistentes entendían algo de inglés aunque no lo hablaran, pero en uno de los casos el odontólogo en cuestión me dijo literalmente: "Yo, de inglés, muy malamente, Esther, necesito toda tu ayuda". Tras el primer intercambio de frases al asistente en cuestión se le escapó sin querer un "oui" (francés) cuando quería responder "yes"(inglés), y ahí el ponente (el cirujano alemán) vio el cielo abierto, "Ah! Très bien, si vous parlez français moi aussi; en fait, c'est plus facile pour moi...." y sin previo aviso deja el inglés de lado y pasa a explicar todo en francés, idioma que comprendía un asistente pero que dejó a los 20 restantes completamente ojipláticos.

Evidentemente a mí me habían contratado para interpretar del inglés al español y viceversa; evidentemente podría haberme quejado porque esta nueva situación se salía del contrato; pensé muy rápido y esta es la conclusión a la que llegué: el organizador del curso no se está quejando porque el ponente haya cambiado de idioma, y él había insistido en que lo primordial era que la comunicación fluyera entre ponente y asistentes. Yo entiendo y hablo francés con la suficiente confianza como para superar un reto así, que tenía poco contenido técnico, todo hay que decirlo.  Delante de mí tengo unos cuantos clientes potenciales (esta vez no había agencia de por medio) que seguro que iban a considerar que era un plus que también hablara francés. Así que ahí que me lancé, y salió bien.


Está claro que acepté el cambio porque el cúmulo de circunstancias era especial: público limitado, discurso lento y repetitivo, ponente cercano físicamente (lo que me permitía preguntarle sin problema en caso de que algo que no lo hubiera entendido al 100%) y ambiente distendido. Si hubiese sido interpretación simultánea, un entorno más formal, un tema más complejo o una situación más crispada habría dicho que si el ponente no hablaba en el idioma acordado yo no interpretaba, pero en esta situación me pareció oportuno liarme la manta a la cabeza.
¿Qué opináis vosotros del tema?

Cuando me decían intérpretes en activo que la profesión nunca deja de depararte sorpresas, ¡qué razón tenían, madre mía!