Cualquiera que me haya preguntado que cuál es el peor acento a la hora de interpretar, yo siempre digo lo mismo: que, globalmente hablando, el peor ponente es el producto nacional. Interpretar al inglés ya es de por sí un reto, puesto que el vocabulario con el que jugamos no es tan amplio como en nuestro propio idioma, y cuando el tiempo apremia siempre cuesta algo más encontrar la palabra precisa o la expresión que mejor encaja. Pero es que los ponentes patrios suelen venir, en muchos casos, con características adicionales que ellos justifican como si viniesen de serie. Y un claro ejemplo de este tipo de ponentes me encontré yo el miércoles pasado. Os pondré en antecedentes: Consejero Delegado de una gran empresa española con sedes repartidas por medio mundo. La empresa celebra su Reunión Anual en Madrid, y el primer acto es una charla de bienvenida de dicho CEO para todos los jefazos nacionales y venidos allende los mares. Muchos de ellos americanos que no hablan ni papa de español. Va a ser una consecutiva pero, 2 horas antes de empezar y habiendo salido yo ya de casa, me cambian el guión y me dicen que me van a meter en cabina. Para entonces yo ya llevaba 3 días pidiendo información sobre el tipo de ponencia que va a ser, pero nadie suelta prenda. Así que lo único que me queda es empollarme la web de la empresa, que tiene el decoro de ser bilingüe. Algo es algo. Llego al evento con 1h de antelación para probar micros y tratar de recabar algún dato in situ, pero lo único que obtengo es un "tú no te preocupes, que no se va a meter en cifras, va a ser una bienvenida general, nada formal y relajada". Pero la menda no se fía ni un pelo. El protagonista del acto aparece por allí bastante pronto, mucha gente le requiere y sigue sin querer decir de qué va a hablar. Parece que no quiere renunciar al efecto sorpresa de sus palabras y prefiere eso aun arriesgándose a que su mensaje no llegue en perfectas condiciones a sus colegas estadounidenses. Trato de acercarme yo al CEO y me presento como su intéprete, a ver si cuela y me cuenta algo. Y sí, estas son sus palabras textuales: "pues creo que no voy a ponerle la vida nada fácil, porque yo suelo hablar muy rápido cuando voy con el discurso sin preparar". Ante estos casos siempre me pregunto: ¿realmente hablar rápido es algo tan inherente a la persona que, a pesar de tener la cabina y a su habitante a 5 palmos de tus narices, eres incapaz de pisar el freno por tu propio bien? Muy típico del producto nacional: "Yo hablo rápido, pero ahí no hay nada que hacer". Y muy típico también el improvisar el discurso, sin papeles y, lo que es peor, sin hilo conductor, que es lo que apuñala al intérprete. ¿Quién nos ha dicho que estructurar, preparar, ensayar y hasta memorizar una ponencia le quita carisma al discurso? ¡No le quita carisma, sólo le añade cosas buenas! Se transmiten mejor los mensajes clave, se hace más ameno y fácil de seguir, y se suele ser más conciso. El epílogo de esta historia es que el CEO fue conciso porque iba bien adoctrinado (menos mal, porque en otras ocasiones alargó los 20 min de rigor hasta 1h 30 min de discurso y yo estaba sola en cabina), lo del hilo conductor no se le daba del todo mal, la velocidad fue menor de la esperada (el entorno paradisiaco, entre jardines y con una fuente enorme a sus espaldas debió de ayudar a atemperar el ánimo), pero la conferencia fue, como cabía esperar, financiera en toda regla; una descripción de la cuenta de resultados de la empresa y la estrategia que seguirán en el futuro, llena de apalancamientos, EBITDA, desinversiones, volumen de negocio y deudas a mansalva. Menos mal que tras empollarme este estupendo libro sobre fundamentos del análisis financiero (primero te explica el concepto, luego te enseña el palabro correspondiente) ya no estoy tan rematadamente pez en esos temas como hace 1 año...pero aún así, tener un breve esquema de partida habría mejorado las cosas notablemente.
Y la moraleja: ¿Realmente es tan difícil ver que ayudar al intérprete es ayudar a que tu mensaje le llegue nítido y sin taras a la audiencia?
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