Sí, hace mucho que no pasaba por este blog. Estar presente en el mundo virtual de las redes sociales exige mucho tiempo; es como el juego de mantener platos girando sobre el extremo de poste fino. Cada vez queremos añadir más redes (más platos), más formas de estar en contacto con la comunidad de intérpretes, traductores y clientes potenciales y, por ello, el esfuerzo que se requiere para que ningún plato se estampe contra el suelo es cada vez mayor. Pronto añadiré un nuevo plato al juego: una página profesional de Facebook; que Dios nos pille confesados.
También reconozco que cuanto más interpreto, más cuesta dar con nuevos temas para una entrada que consiga realmente mostrar a la gente que no conozca este mundo cómo es la trastienda de la interpretación.
Veamos si en esta entrada consigo plasmar un aspecto distinto de los anteriormente tratados. En la interpretación de ayer hasta el inicio fue distinto; en vez de requerir mis servicios una agencia de interpretación, fue una amiga traductora la que decidió confiar en mí y en mi supuesto buen hacer y ofrecerme una interpretación relacionada con su empresa que ella no podía abordar. Que alguien confíe en ti sin haberte visto nunca trabajar me llena de satisfacción y de agradecimiento, pero también me hace ser más consciente si cabe de que me juego el prestigio de dos profesionales, con lo que la obligación de estar a la altura era aún mayor. El tiempo disponible para dedicar a la investigación previa a la interpretación fue escaso, la documentación aportada llegó 3 horas antes de empezar...pero esos retos los acepto de buen grado como algo casi inherente a la profesión, por mucho que también salte de alegría cuando se da el caso de que una semana antes ya dispongo de todas las presentaciones que voy a tener que interpretar.
En este caso se trataba de una interpretación de enlace pura y dura: personal de una empresa británica dedicada al transporte pero relativamente nueva en el ámbito ferroviario venía a Madrid a conocer hasta el más mínimo detalle del funcionamiento de una empresa española que tiene la concesión de una importante línea ferroviaria urbana. El motivo: los británicos quieren licitar por una concesión similar en Londres, y necesitan conocer a la perfección las características concretas de este tipo de negocio. Tres británicos y tres españoles, de los cuales solo uno hablaba inglés. Mi labor: hacer de puente y transmitir preguntas, comentarios, sensaciones,...lograr que la comunicación fluya. En este caso la información previa era escasa; de hecho, me enteré del motivo de la visita in situ, con lo que hubo que improvisar bastante y combinar las labores de interpretación con las de comprensión y masticado de la información a gran velocidad.
Cuando un británico acude a una reunión normalmente no deja ni cinco minutos de cortesía ni diez minutos para hablar de fútbol y relajar el ambiente; en este caso se cumplió el tópico a la perfección. Durante 6 horas los británicos estuvieron fusilando (metafóricamente hablando) a los anfitriones a preguntas de todo tipo, que cubrían desde aspectos técnicos de la infraestructura, la gestión del personal, la composición de la empresa, la relación con las autoridades locales, el proceso de licitación que hubo, las encuestas de satisfacción de los clientes, las labores de mantenimiento que realizan en el taller, el sistema informático para gestionar los activos fijos y móviles...no dejaron palo sin tocar, con un grado de análisis a tiempo real que me dejó realmente sorprendida, logrando superar sin problemas las diferencias culturales que hay entre ambos países.
De las 6 horas, se dedicaron casi 2 a la comida en un restaurante de menú del día, abarrotado a esas horas por estar ubicado en una zona llena de oficinas. Tratar de entender a los contertulios con el ruido de fondo y, a la vez, llevarse algún pedazo de comida a la boca resultó imposible, así que hubo que dejar el caldito en un segundo plano y ver como la camarera se lo llevaba a la mitad por falta de tiempo para tomarlo, a pesar que un caldo no es precisamente una comida copiosa ni que requiera mucha masticación. Pero bueno, ya sabe uno a lo que va en estos casos. La comida no es una pausa sino, probablemente, el momento del día en el que más intercambio de información se produce. Y de todos modos, tampoco habría podido disfrutar de la fabada que eligieron mis compañeros de mesa por ser incompatible con el nivel de concentración que se requiere para estos menesteres.
Pero que todo lo anterior no se interprete como una queja; en absoluto. Esta modalidad de interpretación es la que más apasionante me resulta, pues dispones de las armas necesarias para asegurarte de que el mensaje se transmite con claridad. Mi labor es de traducción, síntesis e interpretación, haciendo preguntas adicionales a una de las partes para garantizar que he comprendido el mensaje que se desea transmitir hasta en los más mínimos detalles y conseguir transmitirlo de manera concisa y haciendo hincapié en los aspectos más fundamentales.
Hasta ahí todo perfecto; te sientes parte de un equipo, te empapas de información, de contexto, quieres que los visitantes puedan recabar toda la información que han venido a buscar, entiendes sus necesidades, y entiendes también la posición de los anfitriones, detectando aquellos temas en los que, por la razón que sea, no les interesa profundizar. En ese marco de "total inmersión" en el que me encontraba, se empezó a hablar de los precios del transporte en Madrid. En la mesa había representantes de una conocida empresa de transporte, y yo me moría de ganas de dar mi opinión y explicar a los visitantes las razones por las que muchos madrileños están descontentos con el precio de los billetes o abonos. Creo que habría ayudado mucho a la comprensión del tema el dar algunos datos estadísticos, pero cuando se me estaban escapando de la lengua logré recular y recordar que yo estaba allí para enlazar,... no para opinar. Así que a callar toca. Frustrante a veces, cuando uno está tan a gusto nadando entre los extremos de una conversación apasionante...¡pero esta es la profesión que he elegido! No hay lugar para quejas; profesionalidad ante todo.
Ayer leí esta entrada por la noche para prestarle más atención (vi que era larga por la mañana) y la verdad es que es una pasada lo que cuentas. Creo que hay que tener madera para ser intérprete, y ya solo cómo cuentas lo que te fue pasando demuestra lo profesional que eres. ¡Yo te contrataría también!
ResponderEliminarEs increíble la cantidad de imprevistos que pueden ocurrir cuando te contratan para interpretar. Y lo de la comida... ¡con qué serenidad cuentas cómo viste que se llevaban tu plato! xD ¿No notaste bajar el rendimiento al no tener apenas nada en el cuerpo?
En fin, os admiraré eternamente, a los intérpretes :-)
Muy buena entrada
Merche, muchas gracias por este comentario tan cariñoso...¡me has alegrado la tarde!. Me alegro de que te haya gustado. Pero no hace falta admiración; en mi caso es un trabajo en el que disfruto como una enana, y que me produce un subidón increíble. Además, siendo como soy traductora autónoma que trabaja en la soledad de su guarida traductoril, este tipo de interpretaciones con una dosis elevada de socialización son el contrapunto perfecto para esos días donde no hablo más que con el cajero del Condis.
ResponderEliminarUn abrazo y hasta pronto,
Esther.