Otra vez de vuelta a la cabina, esta vez en un "marco incomparable" de esos: el Casino de Madrid. La parte negativa de estos sitios con tanta escalinata y tan elegantes es que hay ocasiones (como fue el caso) en las que la lámpara de araña, una de esas de 2x!0^5 critalitos refulgentes queda entre el público/los intérpretes y la pantalla donde se proyectan las diapositivas. Menos mal que teníamos todas las ponencias en nuestro ordenador y no hubo mayor problema.
En esta ocasión se trataba de unas jornadas sobre medicina; las más especializadas en las que he participado hasta ahora. El cliente final era una farmacéutica de las gordas gordísimas, y para nuestra sorpresa nos llamaron a las intérpretes para que fuéramos una semana antes a sus oficinas, donde nos explicaron con detalle el tema sobre el que versaban las jornadas; los fármacos de la competencia, los temas en los que seguramente se centrarían los ponentes, las palabras clave que se emplearían...un gusto. Ahí fue donde se empezó a labrar el éxito de la interpretación.
A partir de ahí, y forradas de información e incluso llevándonos alguna de las ponencias de las jornadas (¡vaya lujo!) volvimos a casa y empezó la labor de rata de biblioteca... más de dos días enteros adicionales dedicados exclusivamente a prepararnos las jornadas. Mi compañera de cabina N. y yo formamos un equipo estupendo, nos repartimos las ponencias, compartimos glosarios, dudas y comunicación con el cliente. Es un gusto sentir que formas parte de un equipo, que ninguna trata de demostrar ser más que la otra, sino que los puntos débiles de una se complementan con los puntos fuertes de la otra y que hay buen rollo a la hora de apuntar a la otra cuando se equivoca o echarle una mano cuando ya no puede más. ¡Un gustazo! Me encantaría volver a trabajar con ella (y ella lo sabe porque se lo dije expresamente).
La jornada, para variar, empezó con sorpresas. El único ponente extranjero, y a la sazón el "dios" de su campo anunció que no acudía a las jornadas por problemas de salud pero que se levantaría a las 5 de la mañana hora local para impartir su charla vía telefónica. ¡Horror! ¿Y qué calidad va a tener el sonido así, nos preguntábamos? Los técnicos de sonido hicieron un trabajo impecable, instalando un sistema de sonido telefónico conectado a la centralita del Casino. Le llamaron, a su casa, y él empezó a hablar, indicando cada vez que había que pasar de diapositiva. Nosotras interpretamos su charla y las preguntas del público y todo salió a pedir de boca. Hay que decir que, aprovechando que nos pidieron a nosotras que habláramos con él antes de la charla y le explicásemos cómo iba a funcionar el invento, aprovechamos para pedirle que hablara despacio y claro, para compensar la menor calidad del sonido. ¡A la ocasión la pintan calva! Y todos quedaron contentos.
Tras la ponencia del americano vinieron muchas impartidas por españoles, que hubo también que interpretar para el único inglés que había en la sala. Cuando el inglés se fue decidimos seguir interpretando a modo de "práctica remunerada", pero tuvimos que parar al cuarto "golpecito" en el cristal de la cabina porque la gente no podía entender que estuviéramos trabajando para la pared.
La jornada acabó con enhorabuenas y felicitaciones...la mejor recompensa al esfuerzo realizado. Bueno, la mejor recompensa sería eso más una tarifa por parte de la agencia acorde a la dificultad del tema y al tiempo dedicado; desde luego que con lo que he cobrado por 4 días de dedicación me sale mucho más a cuenta quedarme en mi rincón traduciendo (¡para que luego digan que los intérpretes se forran!), pero el subidón posinterpretación no tiene parangón....
Por cierto, qué pena da escuchar comentarios como este, más aún viniendo de una de las jerifaltas de la empresa farmacéutica: "¡Ah! ¿Pero habéis estudiado sobre el tema de las jornadas en cuestión antes de venir aquí?".
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