Muchas veces me he topado con gente que me
mira incrédula cuando le digo lo que suelo cobrar por interpretar en un
congreso o en otro tipo de actos. Inmediatamente dividen el importe entre el
número de horas que dura el evento y la cifra que obtienen es, efectivamente,
una tarifa por hora más que aceptable. Luego ponen cara de sorpresa y extrañeza
cuando añado que, en muchas ocasiones, me sale más rentable traducir según qué
textos y para qué clientes, con lo que me toca explicarles el porqué (y lo hago
encantada).
Como con muchos clientes ni siquiera tengo
opción a llegar a esta fase de explicación porque te cierran la ‘puerta’ en las
narices con el argumento de que la tarifa es muy elevada y Fulanito lo hace por
la mitad, voy a aprovechar este espacio para explicar por escrito en qué
consiste, para mí, el prepararse para un trabajo de interpretación y el tiempo que se invierte, centrándome
en el ámbito que mejor conozco: los simposios o congresos de medicina (sin que
eso signifique que el resto de eventos —jurídicos, políticos, cinematográficos,
deportivos, etc. — no requieran igual o quizá más labor de preparación).
Más concretamente
me referiré a un tipo de encuentros con el que me ha tocado lidiar hace bien
poco: los simposios monográficos impartidos por un líder de opinión (un médico conocido y respetado en su campo) y que, en ocasiones, cuentan con el respaldo de una empresa
farmacéutica.
Espero que después de esta detallada
explicación los potenciales clientes entiendan mejor dónde van a parar sus
euros y los beneficios que les reporta esta inversión de tiempo y de dinero.
- · Lo primero que hay que hacer es documentarse bien sobre la enfermedad de la que trata el simposio:
o
Etiología y
mecanismos generales de la enfermedad
o
Fases/evolución
de la enfermedad
o
Incidencia en
nuestro país y perfil más habitual de los pacientes
o
Carga que
supone para la atención sanitaria
- · Luego hay que entender bien qué mecanismos existen hoy en día para luchar contra la enfermedad:
o
¿De qué
medicamentos disponemos para combatirla? ¿A qué clase farmacológica pertenecen
y cuál es su mecanismo de acción? (Aquí toca estudiar un poco de bioquímica.)
o
¿Qué
resultados proporciona cada opción terapéutica? ¿Cuáles son sus principales
efectos secundarios?
o
¿Se puede
curar la enfermedad o es degenerativa/crónica y el objetivo de los tratamientos
es ralentizar su curso y mitigar/atajar los síntomas?
o
¿Hay otros métodos
no farmacológicos que se empleen también para tratar la enfermedad?
o
¿Cuál es el
algoritmo terapéutico que se suele aplicar en España?
o
¿Hay guías
nacionales o internacionales que emitan recomendaciones concretas sobre cómo se
ha de abordar la enfermedad? ¿Existen discrepancias entre el abordaje
recomendado en nuestro país y el que se sugiere en otros países? ¿Cómo ha
evolucionado dicho abordaje en los últimos años? ¿Qué sociedades médicas elaboran dichas guías?
o
¿Qué ensayos
clínicos hay en marcha para el desarrollo de fármacos indicados para esta
enfermedad? ¿En qué fase están y cuáles son los resultados preliminares que han
arrojado?
o
¿Cuáles son
las principales necesidades que aún quedan por cubrir? ¿Qué tipo de pacientes
concretos son los que peor responden a los tratamientos actuales?
- · Una vez entendida la enfermedad, hay que conocer también al ponente:
o
Lo más interesante
es practicar con el vídeo de alguna ponencia que haya dado un congreso o
simposio similar, para familiarizarse con su acento y con su manera de
comunicarse.
o
También
conviene buscar artículos científicos en los que aparezca como autor para saber
en qué líneas de investigación está implicado y si ha participado o no en algún
ensayo clínico.
o
Además, sería
recomendable conocer de antemano el hilo argumental que el ponente va a seguir
en este simposio y las principales conclusiones que quiere transmitir al
público asistente, para que no haya lugar a malentendidos.
o
Y ya si disponemos
de la ponencia que va a impartir, miel sobre hojuelas. Poder repasar toda la
terminología utilizada (acrónimos incluidos) y analizar de antemano los
argumentos que va a presentar da mucha tranquilidad. Pero eso no nos exime de
acometer la búsqueda de información que se menciona en los puntos anteriores.
Tener la ponencia no es un ‘atajo’ sino un valor añadido.
- · Si el simposio cuenta con patrocinadores del mundo de la industria farmacéutica, no hay que olvidarse del lugar que ocupa dicha farmacéutica en el contexto de la enfermedad que se va a tratar:
o
Hay que
conocer la historia de la empresa y saber qué ámbitos terapéuticos cubre.
o
Hay que tener
muy claro cuáles son los medicamentos que elabora la farmacéutica en cuestión,
qué principios activos lleva cada uno y qué resultados dan en el contexto de
esta enfermedad. Ahí no se admiten tropiezos ni equivocaciones y para eso el Post-it®
siempre es un gran aliado.
o
Hay que saber
cuáles son los principales competidores (medicamentos concretos y empresas farmacéuticas)
y cuáles son los puntos fuertes de cada opción terapéutica.
- · Otro factor importante es saber a qué tipo de público va dirigida la ponencia. ¿Médicos especialistas? ¿Médicos de atención primaria? ¿Pacientes o familiares de pacientes? El registro que vayamos a emplear tendrá que estar acorde con el tipo de receptor de nuestro mensaje.
Hay que tener en cuenta, además, que las
búsquedas de información anteriormente mencionadas hay que hacerlas bilingües,
lo que duplica el tiempo que hemos de dedicar: porque hay que entender bien al
ponente y su mensaje pero también hay que conocer muy bien el lenguaje específico
que se utiliza para hablar de este campo en nuestro idioma (suponiendo que
tenemos entre manos una interpretación al español, por ejemplo). Es
importante mimetizarse bien con el entorno para
que nuestros oyentes se sientan cómodos escuchándonos.
Con todo lo expuesto, no es difícil entender
que no basta con saber inglés: un simposio de un par de horas puede acabar necesitando de varios días de
preparación.
Pero lo que no cabe duda es que la inversión de tiempo siempre queda
reflejada en los resultados. Siempre.
Y por eso, estimado cliente, cobramos lo
que cobramos.